martes, 10 de octubre de 2017

No es que pidamos mucho a los chavales, es que tienen que hacérselo mirar

En los chiqueros de "La Misericordia" aguardaba un encierro de Adelaida Rodríguez, bien presentados aunque más justo el segundo, y con unas velas por pitones que no daban cabida a dudas sobre su integridad. En comportamiento, el primero fue muy blando, pero aguantó a media altura; el segundo llevaba la cara alta pero duró; al tercero, de buena condición no se le picó; el cuarto sabía lo que se dejaba detrás; y los otros dos mansos. En el caballo nada que destacar. Con la baja de Isiegas, al que deseamos pronta recuperación, el cartel quedaba así: Juanito, Carlos Ochoa y"El Adorueño". A don Antonio Placer, presidente del festejo, se le hizo grande la tarde por momentos. 

Y el problema es que reinó el ventajismo, el pico, las malas formas en casi todos los tercios, a excepción de la capa con la que estaban más puesto. Cierto es que la novillada fue a menos porque los dos últimos fueron dos mansos de libro, y uno se había ilusionado con los tercios de quites anteriores, en los que no perdonaban, pero queda la duda de si lo hacían por ganas de ser toreros o porque alguien les dijo que había que hacerlo. A excepción de estos pasajes, no se les vio en novillero y el Ochoa de Madrid, que nos salvó de una clase de derecho Internacional poco interesante, no apareció por Zaragoza. Apoderados que no saben poner en su sitio al novillero, y que, al igual que Valadez, por mucho que nos quieran hacer pasar por el aro, no están puestos. Su problema no es solo la espada. Después de torear novilladas elegidas en una o dos temporadas y de tomar la alternativa en alguna plaza del tito Simón, pocos son los que entran en los carteles. Por algo será.

Juanito en su primero, aunque ventajista, no empalagó. A  mi juicio no era de oreja, pero el público es soberano y tampoco molesta. Los mejores detalles los dejó con la izquierda y en la contestación a Ochoa con dos ajustadas chicuelinas. Su segundo lo toreó bien a la verónica y con la franela más de lo mismo, abusando del pico a veces, ventajista casi siempre, mejor con la zurda y a espadas un desastre, tanto en ejecución de la suerte como en colocación del acero. Destacar los dos mejores pares de la tarde firmados por Miguel Murillo en el cuarto.

Al primero de Carlos Ochoa fue al que más leña dieron en el peto y con él, se desmonteró Raúl Ruíz. Ya lo hizo en la novillada de Los Maños. Con la muleta, la faena descompuesta y cambiante. Y llegó el quinto interminable. Se entienden las ganas de toro de los chavales, pero aburrió hasta un santo. Se lo olió y se fue a los tendidos donde estaban sus partidarios. Leve petición, entremezclada con pitos.

Ochoa podría aprender de "El Adorueño", que tras intentar ponerse con el sexto, de misma condición claudicante, abrevió. En su primero, que lo brindó al francés, gestor de nuestro coso, nada que destacar. 

Pedir encarecidamente que no engañen a los novilleros, que deben ser el futuro de la fiesta, pero con estos valores es difícil. Oír la verdad a tiempo, es necesario. 

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